Al fin llegó el día, sería mi primera vez. Los que teníamos el don habíamos llegado a lo alto de la montaña.
Vi cómo la luna totalmente llena y brillante alcanzaba su plenitud en lo alto del firmamento, mi cabeza se sacudió, ahora llena de pelo, mis dos manos se aferraron, ya como patas, a la tierra, y mi aullido llenó la noche, al unísono con el resto de voces de mi familia.